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respectivas. Al dia siguiente, le dió la gana de comunicarme la órden levan tando el cabo de su baston en vez de bajarlo, como es costumbre de todo comandante comedido y bien criado cuando habla con igual suyo en clase, aunque sea su inferior en grado militar. De aquí se originó un desafío, del cual ambos salimos heridos. Súpolo Walter Butler nuestro coronel, el cual nos castigó á entrambos; pero no nos impuso el mismo castigo, pues reservó para mí el mas severo, por ser de su tierra el mayor. Yo no pude digerir semejante parcialidad, y así pedí mi licencia, y entré al servicio de España.

Esta vez no dudo que estaria V. contento con el cambio, dijo el Conde.

-Hablando francamente, no tuve por, que arrepentirme. La paga era bas tante regular, porque suministraban los fondos unos ricos flamencos y valones

de los Paises Bajos. Nuestros cuarteles de invierno eran escelentes; el pan de trigo de Flandes valia mucho mas que el pan de centeno de Suecia; y el vino del Rin abundaba mas en nuestro campo que la cerveza negra de Rostock en el de Gustavo. Por lo demás, no teníamos que hacer ningun servicio, y aun podíamos dispensarnos, si nos daba la gana, de lo poco que de nosotros se exigia: escelente retiro para un soldado de á caballo, ya faligado de la vida activa de los campamentos, que habia comprado á costa de su sangre tanto honor como podia desear, y que ya estaba puesto en razon que pensase en llevar una vida cómoda y regalada.

Pero porque abandonó V. tambien tan buena colocacion?

- V. ha de saber, señor Coude, que el español está muy pagado de sí mismo, y que no hace bastante caso de los ofi

ciales estranjeros que se acomodan á servir bajo sus banderas. No dejará V. de conocer que es muy duro para un buen oficial no ver recompensado su valor como merece. Fuí pues á probar fortuna al servicio de Prusia y al de Rusia; y no habiéndome acomodado ni uno ni otro, estuve en ellos muy poco tiempo, y entré luego en el de Holanda.

- ¿ Le fue á V. mejor con este?

i Ah, señor Conde! esclamó el capitan lleno de entusiasmo ; allí no hay ni préstamos ni atrasos. Todo se paga al contado y con la misma exactitud que un banquero las letras vencidas. Los cuarteles de invierno son buenos, y los viveres de la mejor calidad; pero fuerza es confesar que es un pueblo escrupulosisimo, que no disimula el mas leve pecadillo; por manera, que si se da la mas mínima queja contra un soldado, si un paisano se presenta con la cabeza rota,

si un bodegonero se queja porque le han roto los cacharros, ó una mugerzuela grita bastante recio para que la oigan, cate V. un hombre de honor conducido, no ante un consejo de guerra, que es el único juez competente para entender de estos asuntos, sino delante de un miserable burgomestre, de un pobre mercader, que le amenaza con la prision y hasta con la cuerda, como si las hubiese con uno de sus apáticos conciudadanos. Así que, no pudiendo resolverme á vivir mas tiempo entre aquellos ingratos plebeyos, los cuales, aunque incapaces de defenderse por sí mismos, no quieren conceder al noble oficial estranjero que entra á su servicio mas que la mera paga, lo que para un hombre de honor no admite comparacion con una moderada libertad vigorosamente sostenida, me despedi de los mynheers. Habiendo sabido entonces con indecible satisfaccion que probable

mente habria algo que hacer este verano en mi oficio en este pais, en mi amada patria, he venido, segun se dice, como hambriento mendigo á participar de la boda, para que se aprovechen mis paisanos de la esperiencia que he adquirido en paises estraños. Tal es, señor mio, el compendio de mi historia; porque el hablaros de mis hazañas en el campo de batalla, de los asaltos y tomas de ciudades y castillos, eso nos llevaria muy lejos, y es además relacion que solo suena boca agena,»

bien en

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