DeseoSumergirse en la prosa de Jelinek es como darse un baño de agua helada. Miles de agujas se clavan en tu piel, dolorosas pero sublimes. Así es. Está primero su manera de escribir. Jelinek juega con el lector. Le obliga a no bajar la guardia, a estar permanentemente atento. Por su lenguaje, por la manera de disponer la historia, requiere una atención total. Por ello esta no es una autora para lectores blanditos, que les gusten las historias sencillas, narradas de manera sencilla, con un lenguaje sencillo. Esta es una autora para mentes afiladas, lectores hábiles, para gourmets de la literatura. En "Deseo" se nos narra la historia de un hombre que, asiduo de los prostíbulos, ante la amenaza del sida vuelve los ojos hacia su mujer, con la que se dedica a ejercitarse en todo tipo de prácticas sexuales. A partir de la mitad de la novela se nos empieza a insinuar que la mujer, Gerti, es alcohólica; ¿porque sí, por la relación con su esposo? No se nos dice. Pero un día la mujer se libera, parece querer escapar y en su huida conoce a un muchacho que la devuelve a su casa. Pero la mujer y el muchacho mantienen esa noche una relación sexual. Y Gerti querrá repetir la experiencia. Vuelve ilusionada a buscar a su joven amante, que lejos de corresponder al sentimiento de ella, la somete con sus amigos a una serie de vejaciones. En las obras de Jelinek nos encontramos temas recurrentes: así, mujer mayor vs amante joven, que ya aparecía en "La pianista". Y siempre la música, no en vano Jelinek la estudió en Viena. Y es que el que ha sido estudiante de música queda marcado. Ese es otro mundo. Este libro ha sido comparado a la "Historia del Ojo" de Bataille. Y ha causado sensación por lo que llaman su elevado tono erótico. Quedarse meramente en ese aspecto de la historia es despreciar la capacidad de la que para mí es la mejor narradora de nuestro tiempo. Hay que mirar más allá, leer entre líneas: Jelinek nos está contando aquí (como en cualquiera de sus libros) mucho más que una historia. La historia, creo, no es más que una excusa porque lo realmente importante es la manera en que la autora nos zarandea, quiere despertarnos. Hay un grito enterrado en sus libros. Escuchémoslo. Jelinek pone la fea realidad delante de nosotros, con su lenguaje cortante, descarnado, muchas veces brutal. El desempleo, el empleo precario, el sida, la degradación del medioambiente en aras de un progreso que sólo beneficia a unos pocos, nuestra conducta aborregada, nuestra vida sojuzgada por la televisión, nuestros deseos todos iguales... en definitiva, nuestro paso absurdo, baboso, por la vida. Existimos y sin embargo, nada importaría que no lo hiciéramos, dado el uso erróneo que hacemos de nuestro tiempo. Ella lo resume con una frase: Pero no notan lo que sienten, y no escuchan cuando se les explica. Jelinek rompe con las convenciones de la literatura femenina. Ya era hora. Puesto que la mujer y su mundo han cambiado tanto desde hace treinta años, una mujer no puede tolerar que se ofenda su inteligencia y sus sentimientos como hace mucha de la literatura que se escribe hoy día. Hacía falta una Jelinek en el mundo. |
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