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aprecio , y que á la firmeza reuna la prudencia para mantener el órden entre nosotros. ¿Podrá V. decirnos, señor Conde, donde hallarémos un general que reuna estas prendas?

-No es menester buscarle muy lejos, esclamó Allan Mac-Aulay; delante de vosotros le teneis: vedlo aquí, añadió poniendo la mano sobre el hombro de Anderson que estaba de pie detrás del conde Menteith. »>

La sorpresa de la asamblea fue tal, que todos enmudecieron. Todos los ojos se dirigieron hácia Anderson, el cual desem bozándose y entrando en el círculo de los gefes reunidos, dijo:

Señores, no era por cierto mi intencion permanecer largo tiempo mudo espectador de tan interesante escena ; pero la viveza de mi amigo me obliga á darme á conocer algo mas pronto de lo que habia pensado. Lo que yo hiciere

por

el servicio del Rey probará si merezco el honor que esta Real órden me concede. Es un decreto revestido del sello Real que manda á Jacobo Graham conde de Montrose tomar el mando de las tropas que han de reunirse en Escocia para el servicio de S. M. »

el

Este discurso fue recibido con estrepitosos aplausos que resonaron por todos los ángulos del salon. Es verdad que conde de Montrose era acaso el único á quien hubieran consentido obedecer aquellos orgullosos montañeses. Su odio inveterado y hereditario contra el marqués de Argyle era para ellos la mejor garantía de la guerra asoladora que meditaban contra él; y su esperimentado valor les inspiraba las mas lisonjeras esperanzas en órden al éxito de la campaña.

CAPITULO IX.

Despues de haber dado algunos momentos al placer y al estrepitoso entusiasmo que produjo tal noticia, pidieron á voces silencio para escuchar la lectura del Real despacho; y todos los gefes, que hasta entonces habian tenido puestos sus gorros guarnecidos de plumas, sin duda porque ninguno queria ser el

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primero en quitar el suyo, se destocaron à un mismo tiempo por respeto á las órdenes del Rey.

que

al

El despacho estaba concebido en los términos mas honoríficos: autorizaba á Jacobo Graham conde de Montrose á convocar á todos los vasallos del Rey en Escocia sofocar la rebelion para gunos traidores y sediciosos habian provocado en este reino. Mandaba á todas las autoridades que obedeciesen á Montrose y le auxiliasen en la empresa ; autorizándole á dirigir proclamas, á espedir órdenes, á recompensar, castigar, conceder perdon, destituir, nombrar comandantes y gobernadores. Dábale en fin los mas amplios poderes que hubiese podido conceder un monarca á un vasallo.

Las nuevas aclamaciones que sucedieron á esta lectura dieron á conocer la aprobacion unánime de los gefes, y su

entera obediencia á la voluntad del Soberano. Despues de haber recibido este honorífico testimonio de la satisfaccion general, Montrose habló separadamente á cada uno de los gefes que allí estaban reunidos. Ya conocia personalmente á los principales de ellos, pero no dejó de hablar hasta á aquellos que no hacian mas que un papel subalterno; y por el conocimiento que les mostró tener de la historia, de los intereses y de la situacion de sus respectivas tribus, acabó de grangearse su afecto, y dió á conocer que se habia preparado de antemano á desempeñar el puesto que entonces ocupaba, estudiando la índole y las costumbres de aquellos montañeses. Mientras estaba ocupado en estos actos de política y de cortesía, sus facciones espresivas y la dignidad de su continente hacian notable contraste con el humilde trage que vestia.

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